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Polos opuestos: cómo afecta el debate sobre la inflación a la asignación de activos

Poles apart: How the debate on inflation affects asset allocation
Ideas principales
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En la actualidad, existen datos que apoyan las firmes opiniones tanto del "equipo permanente" como del "equipo transitorio", pero el mero hecho de que exista un debate sobre la inflación demuestra que algo ha cambiado.
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Creemos que estamos recogiendo los frutos de tener algunos activos que se han comportado bien en un entorno en el que la inflación ha sido más evidente, sencillamente porque durante muchos años se les ha puesto precio como si esta no fuera a producirse nunca.
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Esto no significa renunciar a todos los activos de larga duración ni adoptar un enfoque unilateral, pero se presta, como mínimo, a un mayor grado de equilibrio del que se ha observado en los mercados desde 2008.

En la actualidad, la "polarización" es, sin duda, el mayor desafío mundial y parece reflejar el espíritu del siglo XXI. Afecta a las políticas mundiales y nacionales, a las posturas ante el desafío climático y a las cuestiones sociales.

Sin embargo, es evidente que cuando se debaten los temas a un nivel más profundo o cuando se trata de entender por qué las personas mantienen un determinado punto de vista, la realidad es a menudo mucho más compleja. Cada vez es más importante, en la época de los argumentos de inversión en Twitter y de los titulares sesgados de noticias, que hagamos siempre preguntas sensatas desde la perspectiva de nuestros clientes; que nos comprometamos y vayamos más allá de las suposiciones precipitadas. No debemos tener miedo de admitir que, a veces, la respuesta definitiva sobre un debate concreto no está del todo clara.

El debate polarizado en el ámbito ESG asigna sectores enteros al bando de los "buenos" o de los "malos". En cuanto a las emisiones de carbono producidas tanto históricamente como en la actualidad, el análisis cuantitativo es sencillo. Sin embargo, la electrificación, la descarbonización y el establecimiento de infraestructuras verdes generalizadas requieren un importante ciclo de capex. Algunos de los mayores protagonistas de esa transición pueden ser las mismas empresas que antes eran importantes emisores. Debemos adoptar un enfoque global para evaluar el efecto neto de las decisiones de asignación de capital de cada empresa. Una visión polarizada corre el riesgo de perder la capacidad de facilitar y acelerar el cambio.

La pandemia ha cambiado por completo la base de las políticas posteriores a la crisis financiera mundial (CFM), que en un principio estaban orientadas a proteger los beneficios durante los confinamientos. El estímulo político para reducir la desigualdad y la urgencia de la transición ecológica se han convertido en los argumentos para el gasto fiscal, además de una política monetaria agresiva. La interrupción en la cadena de suministro por la pandemia y la polarización geopolítica se han combinado para acelerar una reevaluación de la globalización. Y el efecto a largo plazo sobre las tasas salariales de los cambios en los modelos de trabajo que podrían reducir la oferta es otra incógnita.

Aunque algunos factores deflacionarios a largo plazo continúan siendo válidos, sobre todo el efecto de la digitalización, la ralentización o incluso la reversión de las tendencias de los costes laborales, el gasto fiscal y la globalización han puesto de relieve el debate sobre la inflación. En la actualidad, existen datos que apoyan las firmes opiniones tanto del "equipo permanente" como del "equipo transitorio", pero el mero hecho de que exista un debate sobre la inflación demuestra que algo ha cambiado. En los mercados financieros, donde la ausencia de inflación ha sido una característica constante durante más de una década, las repercusiones de la presencia de una ligera inflación en el sistema para la asignación de activos son potencialmente significativas.

Uno de los principios generales de nuestra filosofía de inversión es "asumir el riesgo cuando nos compensa hacerlo". Reconocemos que subestimamos el impacto de la política monetaria extrema posterior a la CFM y la consiguiente revalorización de las clases de activos de larga duración. En consecuencia, hemos pasado por un prolongado periodo de reflexión, debate y cuestionamiento para replantear nuestra forma de pensar sobre la valoración como consecuencia de esta situación. No obstante, nos mantenemos fieles a nuestra filosofía subyacente de que el precio que se paga por un activo es el principal condicionante de la rentabilidad a largo plazo.

En un mundo polarizado, las valoraciones pueden llegar a niveles extremos y las opiniones pueden oscilar hasta el punto de que se oiga a los gestores de fondos afirmar que "nunca comprarán" un determinado activo, sector o factor. Del mismo modo, una concentración extrema en determinados sectores o áreas puede reducir la diversificación del mercado a un grupo extremadamente pequeño de empresas. Esto crea anomalías de precios en un mundo con más matices.

En el caso de la inflación, pensamos que se trata de obtener beneficios por tener algunos activos que se comportan bien en un entorno en el que la inflación es más evidente, sencillamente porque durante muchos años se les ha puesto precio como si esta no fuera a producirse nunca.

Stephanie Butcher, Chief Investment Officer at Invesco EMEA

Esto no significa renunciar a todos los activos de larga duración ni adoptar un enfoque unilateral, pero se presta, como mínimo, a un mayor grado de equilibrio del que se ha observado en los mercados desde 2008.

La visión polarizada llegó a correlacionar sectores enteros casi a la perfección con el rendimiento del Tesoro a 10 años, mientras que la reciente temporada de resultados mostró una enorme variedad en la capacidad de los equipos de gestión para hacer frente a bases de costes más elevadas. Los activos de larga duración son más vulnerables a los cambios al alza de los tipos de descuento, por lo que, mientras que las empresas que pueden seguir creciendo y aportando liquidez y beneficios pueden seguir siendo auténticos estandartes del mercado, los riesgos asociados a los valores conceptuales que no son rentables pueden aumentar. Del mismo modo, los sectores que se han considerado típicamente "no invertibles" en una época de tipos de interés cada vez más bajos (como el financiero, el energético y el sector industrial de ciclo corto) están ahora excesivamente devaluados y cuentan con valores fuertes y débiles que cotizan con relativamente poca diferencia. Este es un terreno ideal para la gestión activa.

Venimos de un contexto de mercado en el que ha predominado un estilo/calidad de activos concreto, que se resume en la larga duración, y que encuentra su máxima expresión en el sector tecnológico, donde los excelentes fundamentales de las empresas se combinaron con unos tipos de descuento cada vez más bajos en una época de bajo crecimiento y baja inflación posterior a la CFM. Las valoraciones se ajustaron en consecuencia hasta un punto en el que la probabilidad de inflación estaba descontada casi por completo. En la actualidad, existe un interesante debate sobre si esa etapa está cambiando, y las conclusiones se inclinan en gran medida hacia una mayor diversificación de las carteras de los clientes. La buena noticia es que los segmentos del mercado de renta variable que muestran una relación positiva con la inflación han continuado siendo algunos de los que tienen precios más atractivos en el mercado. A los inversores les ha salido rentable equilibrar sus carteras. El debate sobre el riesgo de la inflación puede estar polarizado, pero la exposición de las carteras no tiene por qué estarlo.

Consideraciones de riesgo

  • El valor de las inversiones y el de cualquier renta fluctuará (en parte como consecuencia de las fluctuaciones de los tipos de cambio) y es posible que los inversores no recuperen la totalidad del importe invertido.

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