Equilibrio entre riesgos y oportunidades
Antes de las elecciones estadounidenses, emitimos nuestras previsiones para 2025, en las que pronosticamos con optimismo el repunte en el crecimiento global y la tendencia a la baja de la inflación y los tipos de interés de los bancos centrales. Con esta perspectiva, vimos con buenos ojos el riesgo, aunque las altísimas valoraciones de algunos activos —especialmente las acciones estadounidenses y los bonos de alto rendimiento— pronto nos aplacaron los ánimos. Desde entonces, algunos riesgos han aumentado.
Si bien parece que los principales indicadores están mejorando, la imposición de aranceles podría poner en peligro el crecimiento, pues la amenaza de estos gravámenes, los despidos en la función pública del país, las deportaciones forzadas y la volatilidad de las medidas parecen haber dañado la confianza de los consumidores estadounidenses, cuyo gasto cayó en enero. De igual modo, la posible pérdida de confianza en las empresas podría frenar el crecimiento a escala mundial. La inflación, que ha repuntado en varios países, podría ralentizar los futuros recortes de los tipos de interés. Finalmente, el malestar que ha causado la nueva Administración de EE. UU. a sus vecinos, Europa y los países de Oriente Medio ha intensificado los riesgos en el plano geopolítico, acrecentando el nerviosismo.
Al margen de estas amenazas, pensamos que la economía mundial experimentará una aceleración gracias a la flexibilización de los bancos centrales y al aumento de los salarios reales. También se perfilan nuevas oportunidades: si Trump alcanza la paz en Ucrania y Oriente Medio, podría potenciar el apetito por el riesgo, aunque quizá en detrimento del precio del oro. A su vez, los países europeos están afrontando las amenazas de Rusia sin el apoyo de EE. UU., lo que los llevará a impulsar el gasto en defensa y reforzar el complejo militar-industrial europeo, algo que podría beneficiar al crecimiento económico de la región. En cuanto al petróleo, la promesa de la OPEP+ de incrementar la producción a partir de abril ha propiciado su abaratamiento, que podría contribuir a contener la inflación y aumentar el poder adquisitivo. En lo que respecta a China, las acciones de este territorio han conseguido buenos resultados en los últimos 12 meses y han alentado a los inversores. Por último, los altibajos en las cotizaciones de las acciones estadounidenses de megacapitalización han servido para moderar parcialmente las valoraciones.
La flexibilización monetaria abre el apetito por el riesgo
Creemos que el apetito por el riesgo aumentará debido a la aceleración de la economía global en los próximos 12 meses, a medida que los bancos centrales vayan flexibilizando su política y los salarios reales crezcan. Con todo, los conflictos comerciales entrañan riesgos, al igual que el recrudecimiento de las tensiones entre países, y es posible que el crecimiento de la economía estadounidense se enfríe.
Según nuestras proyecciones, el crecimiento del PIB mundial mejorará, la inflación se estabilizará, aunque todavía lejos del objetivo, y los principales bancos centrales —salvo por el BdJ, que endurecerá su postura— seguirán flexibilizando su política, aunque a un menor ritmo. Creemos que las curvas de tipos se acentuarán, que los diferenciales de crédito se ampliarán ligeramente y que los riesgos de impago, actualmente reducidos, irán aumentando. Las materias primas se revalorizarán gracias al crecimiento mundial y a la pérdida de fuerza del dólar estadounidense, que se debilitará, sobre todo frente al yen.
La mejora del crecimiento debería ser provechosa para los activos cíclicos como las materias primas, los REITs y la renta variable no estadounidense, si bien la caída a mínimos de la inflación podría dañar a la mayoría de los activos. Los riesgos en el ámbito internacional podrían favorecer al oro y las materias primas, aunque la paz en Ucrania y Oriente Medio podría tener, precisamente, el efecto contrario. Esta coyuntura podría cambiar qué activos son los más rentables, con el consiguiente perjuicio para los activos líderes hasta ahora, como la renta variable estadounidense, el capital riesgo y el bitcoin.
El yen y el euro se mantienen fuertes
La ilustración 13 muestra que, entre las divisas de los mercados desarrollados, el yen japonés sigue siendo el activo más infravalorado en comparación con las medias históricas en términos reales. El yen ha comenzado a mostrar indicios de fortaleza después de que el Banco de Japón haya optado por endurecer la política monetaria ―en comparación con la flexibilización de la mayoría de los bancos centrales― y de que las tires de los bonos del Estado a 10 años hayan alcanzado unos niveles que no se veían desde mediados de 2009. Es posible que esta tendencia continúe el próximo año y que, frente a un dólar estadounidense más débil, el yen sea la divisa principal más fuerte.
El euro, aunque no está tan infravalorado como el yen, también ha demostrado fuerza debido a unas tires de los bonos que han mejorado gracias a los planes de fomento del gasto público. La brecha entre las tires de EE. UU. y Alemania se ha estrechado abruptamente en los últimos tiempos, lo que ha coincidido con la fortaleza del euro. A pesar de que las primeras previsiones eran modestas, el crecimiento de Alemania puede experimentar un empujón durante las próximas décadas debido al ambicioso plan de incentivación fiscal de la nueva coalición, que podría alcanzar el billón de euros o rozar el 25 % del PIB de 2024. Asimismo, el impulso del gasto en defensa en los demás países europeos podría aumentar el crecimiento en la región.